Hace ya unas cuatro décadas, Wilmer Calderón asumió la responsabilidad de esta finca, un legado que su padre le confió inicialmente con un modesto lote de terreno. Con el tiempo, Pablo Emilio fue ampliando sus dominios adquiriendo parcelas de tierra de sus hermanos. En la actualidad, la finca es el epicentro de su vida, como parte integral de su núcleo familiar.

Las labores cotidianas en la finca son mayormente llevadas a cabo por la familia, pero durante las temporadas de cosecha, se recurre a la colaboración de recolectores temporales. El objetivo que guía a Wilmer en la administración de la finca es doble: en primer lugar, garantizar un sustento económico sólido para su familia y, en segundo lugar, buscar un valor agregado en la comercialización del café, destacando por su calidad y diferenciación en el mercado.

Esta finca no solo es un reflejo de la historia familiar de Wilmer, sino también un testimonio de su dedicación y pasión por la producción cafetalera. Su búsqueda constante de la excelencia en la calidad del café es un legado que perdurará a lo largo de las generaciones venideras.